9 de junio de 2010

INTRODUCCIÓN

En este trabajo vamos a hablar de los dos autores posrománticos más importantes de la literatura castellana. Ellos son Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, dos personas que no tuvieron una vida fácil y que expresaban sus penas, sus alegrías, sus desamores y sus preocupaciones, en forma de poesía. Vamos a analizar sus obras para saber con más exactitud cómo se sentían y qué motivos tenían para escribir lo que escribían.

I. SITUACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA: POSROMANTICISMO. SIGLO XIX.

El posromanticismo es un movimiento que nace después y a partir del Romanticismo, abarca la segunda mitad del siglo XIX. Su máximo esplendor tuvo lugar en Francia, donde dio lugar al Parnasianismo y el Simbolismo en literatura.

Los escritores y artistas se rebelan contra los privilegios de los burgueses y nace su espíritu inconformista en busca de libertad. Se sienten rechazados por los valores de la sociedad y la inmensa mayoría recaen, en su deseo de evadirse de la realidad y de su angustiada vida, en vicios como el alcohol y las drogas. Se aferraban a la aventura, la soledad y a veces al odio de su propia existencia, motivo por el que algunos cayeron en la locura.

La poesía, al contrario que la novela y el teatro, continúa siendo romántica, mantiene más o menos la forma que tenía en el Romanticismo. En esta época, la forma de la poesía pierde interés para centrar su atención a los sentimientos que quiere expresar el poeta. Lo narrativo decae en favor de lo lírico. La poesía toma un tono más personal e intimista. Se reduce la retórica y se aumenta el lirismo, con el amor y la pasión por el mundo por lo bello como temas principales. Se buscan nuevas formas métricas y nuevos ritmos. La homogeneidad de la que gozaba el Romanticismo se transforma en pluralidad en las ideas poéticas.
Como se puede observar, la poesía posromántica representa la transición entre el Romanticismo y el Realismo.

En España los poetas posrománticos más representativos son: Gustavo Adolfo Bécquer, Rosalía de Castro, Augusto Ferrán, Luis Antonio Ramírez Martínez y Güertero y José Campo-Arana.

II. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER - OBRA EN VERSO

Obra

Rimas


Las rimas de Bécquer son, en su mayoría, breves poemas de una, dos o tres estrofas, en las que la mayoría son de cuatro versos, tanto endecasílabos como heptasílabos combinados entre ellos a largo de toda la obra, en asonancia alternante en los pares y de "pie quebrado". La característica más destacada en cuanto a la métrica es que tienen un carácter indiscutible de poesía culta, pero siguen el camino de las formas líricas tradicionales en cuanto a rima y brevedad.

Lo primero que destaca en el lenguaje de las Rimas es su escasez de adjetivos. También fue parco en el uso de metáforas y otros tropos. No hay oscuridad en su poesía. Sí utiliza, en cambio, con frecuencia la anáfora y, en general, muy ricas y diversas estructuras paralelísticas, tanto sintácticas como semánticas. También aparece con frecuencia el hipérbaton. Bécquer huye de la poesía narrativa y retórica tan frecuente en su tiempo. No hay narración en las Rimas, aunque sí descripción. Lo que constituye el centro lírico de sus poemas es su sentimiento; lo demás es lo circunstancialmente mínimo para que se comprenda la expresión de su sentir. El secreto de la profunda impresión que ha causado la poesía de Bécquer es ese saber decir, íntimo y confidencial, sin retóricas huecas ni pretensiones de brillantez, intentando expresar su sentir clara y exactamente, con los mínimos elementos necesarios.

Se ha dicho que las Rimas son la historia de un amor desgraciado. En efecto, los temas dominantes son la búsqueda del tú amoroso y la confrontación y el antagonismo entre el tú de la amada y el yo del poeta. Como aspectos parciales, el tú de la amada se concreta en poemas en los que se canta su belleza, dormida o despierta, aunque también en otros, la mujer fatal, engañadora, cínica o estúpida. El yo del poeta se concreta en poemas en los que aparece ilusionado y enamorado o dolorido, hastiado y decepcionado.











Temas:

- El amor: como buen romántico, no podía faltar el amor en sus palabras. La mayoría de sus poesías hablan de amor. En esta breve pero intensa rima, se puede observar el sentimiento con el que Bécquer escribía:




XX
Sabe si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.

De nuevo, con su brevedad característica, podemos ver como Bécquer expresa sus sentimientos:

XXIII
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.

XXXVIII
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú a dónde va?

- Desengaño amoroso: también hay gran cantidad de poemas cuyo tema central es el desengaño. El claro ejemplo de este tipo de poemas es su poema más conocido, o uno de los más conocidos, la rima LIII:

LIII
Volverán las oscuras golondrinas
de tu balcón sus nidos a colgar
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar
como yo te he querido... desengáñate,
nadie así te amará.



También podemos ver cómo afecta a Bécquer un desengaño en la siguiente poesía:

XLV
Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingirle labio
risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.

- La poesía: en varios poemas se puede observar que Gustavo habla de la poesía misma o, en ocasiones, habla a alguna mujer como si de la poesía se tratase.


IV

[...]
Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
[...]

- La fugacidad de la vida y la muerte: hay varios poemas en los que Bécquer menciona tanto la muerte como a los muertos y, como no, habla de la fugacidad de la vida, de lo breve que es en realidad.

LXIX
Al brillar un relámpago nacemos
y aún dura su fulgor cuando morimos;
¡tan corto es el vivir!
La gloria y el amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos;
¡despertar es morir!

LXXIII
[...]
La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto,
perdido en las sombras
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
[...]



- Pesimismo y sinsentido de la vida: hay versos en los que Bécquer dejo ver que, como para Rosalía de Castro, la vida no tiene sentido, y actúa con pesimismo.

V
Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.
Yo nado en el vacío,
del sol tiemblo en la hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.

[...]




Un dato curioso es que, el pasado 7 de febrero de 2010, se descubrió que tal vez en las traducciones que Bécquer hacía del francés al español incluyera rimas propias. No se sabe por qué Bécquer no las publicó como suyas, tal vez porque Bécquer siempre repetía la frase de que “la mejor poesía escrita es aquella que no se escribe”. Así lo dice Agustín Porras en una reciente investigación de la que la periodista Patricia Godino hizo un artículo en el periódico sevillano Diario de Sevilla.

II. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER - BIOGRAFÍA



Biografía



La familia


A finales del siglo XVI, llegaron de Flandes unos nobles flamencos sin saber que dos siglos y medio después se convertirían en una de las familias más importantes de la poesía española. Los Becker, que así se llamaban aquellos comerciantes flamencos que castellanizaron su apellido enseguida, se situaron muy pronto entre las más altas familias de Sevilla, gracias a ese poder de absorción que posee Sevilla ante los extraños.
En 1827, el pintor José Bécquer, que en realidad se apellidaba Domínguez Insausti Bécquer, contrajo matrimonio con doña Joaquina de la Bastida y Vargas.



El matrimonio tuvo ocho hijos varones: Eduardo, Estanislao, Jorge, Valeriano, Gustavo Adolfo, Ricardo, Alfredo y José.



Nacimiento e infancia de Gustavo Adolfo

Un miércoles 17 de febrero de 1836 nació Gustavo Adolfo Domínguez de la Bastida Insausti Vargas Bécquer Bausá, mucho más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer. Fue bautizado ocho días después, el 25 de febrero, en la Parroquia de San Lorenzo Mártir.



Gustavo no tuvo nunca ni el mínimo rayo de resplandor familiar, ya que su padre murió en enero de 1841, cuando Gustavo iba a cumplir los cinco años. Aunque crecería con su vago recuerdo junto a doña Joaquina (su madre) y su hermano Valeriano. Ambos hermanos parecían predestinados a vivir y morir juntos y como verdaderos amigos, Valeriano se levantaba y dibujaba a la luz de la luna, bajo la mirada atenta de su hermano pequeño.

Sobre los primeros colegios a los que acudió Gustavo no se sabe nada, ya que no está registrado, pero lo que sí se sabe es que en 1846, cumplidos ya los 10 años, Gustavo ingresó en el Colegio de San Telmo , colegio en el que cuya condición era ser hijo pobre de familia noble y costearse el uniforme.

Y un día como otro cualquiera, la vida de Gustavo cambió de repente. El sábado 27 de febrero de 1847 murió su madre. Gustavo quedó abatido e intentó sobreponerse, y lo hizo, ya que 15 días después saco un sobresaliente en primeras letras. Cuando todo parecía ir bien, por Real Orden, el Colegio de San Telmo es suprimido. Se puede imaginar cómo se sentiría aquel niño huérfano al que las cosas parecían que le fuesen bien, pero nunca se sabrá cómo se sentiría en realidad. Tras suprimirse el Colegio, los niños fueron recogidos por sus tías María y Amparo de la Bastida.

Con 14 años ingresó a un taller de pintura, estuvo allí durante cerca de un año. A continuación, se marcha al taller de su tío Joaquín Domínguez Bécquer, donde estudiaba Valeriano.



Allí su tío se dio cuenta de que su verdadera pasión era la Literatura, entonces le costeó los estudios de Latinidad . Cuando verdaderamente se percató del don de su sobrino para la poesía, fue cuando escribió Oda a la muerte de don Alberto Lista:

Lágrimas de pesar, verted, y el rostro
en señal de dolor, cubrid, doncellas,
las liras destemplad y vuestros cantos
lúgubres suenen.

La vil ceniza del cabello cubra
los sueltos rizos que, volando al aire,
digan al par con nuestros ayes tristes:
"Murió el poeta."

¿Oís? "¡Murió!", repiten asustadas
con flébil voz, las Musas y, aterrado,
también Apolo con dolor repite:
"Murió por siempre."

Pero mirad, mirad. Ya Melpómene
de entre el lloroso grupo se levanta,
toma la lira y con acento triste
canta; escuchemos.

"¿Quién cortó -dice- la preciosa vida
del cisne de la Bética? ¿Qué mano
impía, de las ondas siempre claras
del Betis, arrancó su amado hijo?
¿Quién fue el osado?"

Llorad, musas, llorad, y descompuestas
las trenzas del cabello, dad al viento;
la Parca fue quien de su vida el hilo
cortó inmutable.

¿Y no temiste? ¿La segura mano
al descargar el golpe no temblaba?
¿Su respetable ancianidad, sus años,
no te movieron?


Tiempo adelante, Bécquer publicaría sus poemas en una revista de Sevilla.



Vida adulta y muerte

Con 18 años Gustavo conoce a Julio Nombela, madrileño residente en Sevilla. Ambos soñaban con publicar en un futuro, conjuntamente, todas sus poesías.

A su edad (18), Gustavo era distraído, soñador, desordenado, impresionable y con falta de voluntad; encontró en Valeriano el apoyo necesario. Era un fumador empedernido y se encendía el cigarro con la colilla del anterior. Se cuenta que era sonámbulo y muy misterioso. Tanto que, en la rima LXXI, se puede observar que Bécquer describe un viaje astral:

No dormía; vagaba en ese limbo
en que cambian de forma los objetos,
misteriosos espacios que separan
la vigilia del sueño.

Algún tiempo después (pues no se sabe la fecha exacta), Bécquer marchó a Madrid. Allí conoció a Luis García Luna con el que, junto a Julio Nombela, escribía biografías de diputados. También colaboró en los semanarios de El Mundo y El Porvenir y trabajó como traductor de poemas.

Años después, en el 1858, Gustavo contrae una grave enfermedad que le tuvo más de dos meses en la cama con fiebre y tumores por el cuerpo. Durante ese período de tiempo, Bécquer escribió su primera leyenda El caudillo de las manos rojas. Después, el médico le recomendó que diera paseos y así conoció a Julia Espín, su amada. Para él, su verdadero amor. Una preciosa chica de ojos azules de la que se enamoró perdidamente. Gracias a ella comenzó a escribir poemas, a ella va dirigida la poesía llamada Tu pupila es azul:

XIII
Tu pupila es azul, y cuando ríes
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.



La relación no prosperó porque Bécquer le parecía poco. Después (entre 1859 y 1860) amó con pasión a una "dama de rumbo y manejo" de Valladolid, Elisa Guillén, pero la amante se cansó de él y su abandono lo sumió en la desesperación.

En 1866 ocupa de nuevo el cargo de censor hasta 1868; es este un año tétrico para Bécquer: se casa con Casta Esteban, que le es infiel, su libro de poemas desaparece en los disturbios revolucionarios y para huir de ellos marcha a Toledo, donde permanece un breve tiempo. Con ella tuvo a sus dos hijos Gregorio Gustavo Adolfo y Jorge Bécquer. En diciembre nace en Noviercas su supuesto tercer hijo, Emilio Eusebio, se dice que este último hijo es del amante de Casta. Tiempo después se separó de ella.

Su último amor fue una muchacha llamada Alejandra, para la que van dedicadas sus últimas rimas, como por ejemplo la de Porque son verdes tus ojos:


XII
Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas.
Verdes los tienen las náyades,
Verdes los tuvo Minerva
y verdes son las pupilas
de las hurís del profeta.


El peor momento de su vida fue la muerte de su hermano Valeriano, ello supuso para él un gran golpe, tanto que pocos meses después recayó de su enfermedad y la madrugada del 22 de diciembre falleció irremediablemente, durante un eclipse total de sol. Las causas exactas se desconocen, pudo ser tuberculosis o alguna enfermedad de transmisión sexual.

Mientras agonizaba, pidió a su amigo el poeta Augusto Ferrán que quemase sus cartas («serían mi deshonra») y que publicasen su obra («Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo»); pidió también que cuidaran de sus hijos. Sus últimas palabras fueron «Todo mortal».

Actualmente, los cuerpos de Gustavo y de Valeriano descansan en Sevilla.

II. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER - OBRA EN PROSA

Leyendas

Gustavo Adolfo Bécquer tiene en su haber una gran variedad de leyendas. Destaca de ellas que la inmensa mayoría están narradas por el mismo Gustavo o, en su defecto, contienen una pequeña introducción, como en La cruz del diablo: "Que lo crea o no, me importa bien poco.Mi abuelo se lo narró a mi padre;mi padre me lo ha referido a mí,y yo te lo cuento ahora,siquiera no sea más que por pasar el rato". La temática de las leyendas suele ser de amor, de terror, de amor no correspondido y sobre el honor. He aquí un resumen de algunas:

- El monte de las ánimas: en esta leyenda, Bécquer cuenta la historia de dos primos, Beatriz y Alfonso, en la que Alfonso muere tras intentar cumplir un deseo de su prima: ir al monte de las ánimas el 31 de octubre para recuperar un objeto perdido, día en el que el monte está maldito. Cuando se entera de su muerte, vive el resto de su vida, llorando al lado de la tumba rogando su perdón.

" [...] Dicen que después de acaecido este suceso un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla, levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y caballeros sobre osamentas de corceles perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso."



- El rayo de luna: esta vez, un hombre, cree ver el reflejo de su amada, viaja a través de la ciudad, y al ir a por ella se da cuenta de que en realidad es el reflejo de la luna.

" [...] -Tú eres joven, tú eres hermoso -le decía aquélla-; ¿por qué te consumes en la soledad? ¿Por qué no buscas una mujer a quien ames, y que, amándote, pueda hacerte feliz?
-¡El amor!... El amor es un rayo de luna -murmuraba el joven.
-¿Por qué no despertáis de ese letargo? -le decía uno de sus escuderos-; os vestís de hierro de pies a cabeza, mandáis desplegar al aire vuestro pendón de ricohombre, y marchamos a la guerra; en la guerra se encuentra la gloria.
-¡La gloria!... La gloria es un rayo de luna.
-¿Queréis que os diga una cantiga, la última que ha compuesto mosén Arnaldo, el trovador provenzal?
-¡No! ¡No! -exclamó el joven incorporándose, colérico, en su sitial-. No quiero nada...; es decir, sí quiero...: quiero que me dejéis solo... Cantigas..., mujeres..., glorias..., felicidad..., mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos. ¿Para qué? ¿Para qué? Para encontrar un rayo de luna.
Manrique estaba loco; por lo menos, todo el mundo lo creía así. A mí, por el contrario, se me figuraba que lo que había hecho era recuperar el juicio."


- La promesa: en esta leyenda, los protagonistas son una pareja de enamorados. Pedro engaña a Margarita haciéndose pasar por escudero, cuando en realidad es un conde. El chico marcha a la guerra y le promete que volverá. El hermano de Margarita, al enterarse de la deshorna de su hermana, la mata. Por último, Pedro va al cementerio y ve la mano de Margarita fuera de la tumba. Entonces, un cura los casa.


" [...] En un lugarejo miserable y que se encuentra a un lado del camino que conduce a Gómara he visto no hace mucho el sitio en donde se asegura tuvo lugar la extraña ceremonia del casamiento del conde.
Después que éste, arrodillado sobre la humilde fosa, estrechó en la suya la mano de Margarita, y un sacerdote autorizado por el Papa bendijo la lúgubre unión, es fama que cesó el prodigio, y la mano muerta se hundió para siempre.
Al pie de unos árboles añosos y corpulentos hay un pedacito de prado que, al llegar la primavera, se cubre espontáneamente de flores.
La gente del país dice que allí está enterrada Margarita."


- La cruz del diablo: el tema de esta leyenda es el terror. En ella, se cuentan los rituales que se hacían para combatir al diablo. Aquí, un rey hace un pacto con el diablo para conseguir ganar una batalla. Aparecen todos muertos. Nadie quiso enterrar al rey, por miedo a una maldición.

" [...] Esa cruz es la que hoy habéis visto, y a la cual se encuentra sujeto el diablo que le presta su nombre: ante ella, ni las jóvenes colocan en el mes de mayo ramilletes de lirios, ni los pastores se descubren al pasar, ni los ancianos se arrodillan, bastando apenas las severas amonestaciones del clero para que los muchachos no la apedreen."

- La venta de los gatos: un muchacho se enamora de una chica huérfana, que recoge su padre. Cuando está a punto de casarse, aparecen varios miembros de su familia y se la llevan. Un día va a un entierro de una joven hermosa y allí descubre que se trata de su amor. El chico se vuelve loco de dolor.

" [...] Sólo llegaban a mis oídos algunos rumores confusos: el ladrido lejano de los perros de las huertas, el chirrido de una noria, largo, quejumbroso y agudo como un lamento; las palabras sueltas y horribles de los sepultureros, que concertaban en voz baja un robo sacrílego... No sé; en mi memoria no ha quedado, lo mismo de esta escena fantástica de desolación, que de la otra escena de alegría, más que un recuerdo confuso, imposible de reproducir. Lo que me parece escuchar tal como lo escuché entonces es este cantar que entonó una voz plañidera, turbando de repente el silencio de aquellos lugares

En el carro de los muertos
ha pasado por aquí;

llevaba una mano fuera
por ella la conocí.


Era el pobre muchacho, que estaba encerrado en una de las habitaciones de la venta, donde pasaba los días contemplando inmóvil el retrato de su amante sin pronunciar una palabra, sin comer apenas, sin llorar, sin que se abriesen sus labios más que para cantar esa copla tan sencilla y tan tierna, que encierra un poema de dolor que yo aprendí a descifrar entonces."

- El beso: en esta leyenda se cuenta la historia de un soldado que queda estupefacto con la belleza de una estatua y al lado de ésta había otra, pero de un hombre, parecía un soldado. Una noche de fiesta, el soldado, borracho, se acercó a darle un beso a la estatua, pero de pronto la estatua de al lado le asestó un golpe en el cuello y lo mató.

" [...] —¡Carne y hueso...! ¡Miseria, predumbre...! —exclamó el capitán—. Yo he sentido en orgía arder mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego que corre por las venas hirvientes como la lava de un volcán, cuyos vapores caliginosos turban y transtornan el cerebro y hacen ver visiones extrañas. Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de mí con disgusto, con horror, hasta con asco; porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi mente calurosa, beber hielo y besar nieve... ; nieve teñida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol...; una mujer blanca, hermosa y fría, como esa mujer de piedra que parece incitarme con su fantástica hermosura, que parece que oscita al compás de la llama, y me provoca entreabriendo sus labios y ofreciéndome un tesoro de amor... ¡Oh...! sí...; un beso..., sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume.
—¡Capitán...! —exclamaron algunos de los oficiales al verle dirigirse hacia la estatua como fuera de sí, extraviada la vista y con pasos inseguros—, ¿qué locura vais a hacer?, ¡basta de bromas, y dejad en paz a los muertos!
El joven ni oyó siquiera las palabras de sus amigos, y tambaleando y como pudo llegó a la tumba y aproximóse a la estatua, pero al tenderle los brazos resonó un grito de horror en el templo. Arrojando sangre por ojos, boca, y nariz, había caído desplomado y con la cara deshecha al pie del sepulcro.
Los oficiales, mudos y espantados, ni se atrevían a dar un paso para prestarle socorro.
En el momento en que su camarada intentó acercar sus labios ardientes a los de doña Elvira, habían visto al inmóvil guerrero levantar la mano y derribarle con una espantosa bofetada de su guante de piedra."

III. ROSALÍA DE CASTRO - BIOGRAFÍA

Biografía





Rosalía de Castro nació el 4 de febrero de 1837 en Santiago de Compostela, es denominada la figura central del Rexurdimento de la literatura gallega en el siglo XIX y, junto a Bécquer, es también la figura central del Romanticismo en España.

Cuando Rosalía nació, nació con el sobrenombre de “hija de padres incógnitos”.

Su madre se llamaba doña María Teresa de la Cruz de Castro y Abadía; y su padre era José Martínez Viojo, al ser sacerdote no pudo reconocer ni legitimar a su hija, aunque sí que se interesó por ella y encargó a sus hermanas que la cuidaran como si de una hija de ellas se tratara.
Doña Teresa y doña María, fueron, por tanto, quienes se hicieron cargo de ella los primeros años. La madre no se atrevió a afrontar ella sola el nacimiento de su hija, ya que en la partida de bautismo Rosalía aparece como hija de “padres incógnitos”. Es una actitud comprensible por la presión social de la época.


La madre de Rosalía se hizo cargo de ella desde los 5 años.

Rosalía se casa con Manuel Murguía en 1858 y, cuatro años más tarde, murió su madre, en 1862. Rosalía, tras este suceso, se sume en una terrible depresión. Entonces, Rosalía escribió un tomo de poesías titulado A mi madre, donde se ve el dolor y el sentimiento de soledad que ya no la abandonará nunca. Ya nada nunca más pudo llenar el hueco que dejó su madre en su vida. En su primera novela La hija del mar, Rosalía homenajea a su madre por su valor cuando dice: “Hija de un momento de perdición, su madre no tuvo siquiera para santificar su yerro aquel amor con que una madre desdichada hace respetar su desgracia ante todas las miradas, desde las más púdicas hasta las más hipócritas”.


No se sabe si Manuel le fue fiel o no, ni si eran felices o desgraciados, lo que sí se tiene es una declaración de Manuel, tras quemar las cartas que Rosalía le mandaba: “Como ya se acercan los días de la muerte, he empezado por leer y romper las cartas de aquella que tanto amé en este mundo. Fui leyéndolas y renovándose en mi corazón alegrías, tristezas, esperanzas, desengaños, pero tan llenas de uno que en realidad al hacerlas pedazos, como cosas inútiles y que a nadie importan, sentí renovarse las alegrías y dolores de otros tiempos. Verdaderamente, la vejez es un misterio, una cosa sin nombre, cuando he podido leer aquellas cartas que me hablaban de mis días pasados, sin que ni mi corazón ni mis ojos sangraran. ¿Para qué?, para qué me decían. Si hemos de vernos pronto, ya hablaremos en el más allá”.

Su marido fue el que hizo que Rosalía se dedicara a la vida literaria, pero también fue el que nos privó de la verdadera personalidad de Rosalía.

Tuvo 6 hijos. Un hecho que, aparte de la muerte de su madre, marcó su vida fue la muerte de Adriano Honorato Alejandro, que nació en 1875 y murió en 1876, tras sufrir una caída. Varios de los poemas van dedicados a él. En 1877 tuvo una hija, Valentina, que nació muerta.




Rosalía murió de cáncer el 15 de julio de 1885 y sus últimas palabras fueron: “Abre esa ventana, que quiero ver el mar...”, cerró los ojos y murió una de las figuras más importantes de la literatura española. Un dato curioso es que Padrón, ciudad donde murió, no tenía mar.


III. ROSALÍA DE CASTRO - OBRA EN VERSO


Obra


Obra en verso


Rosalía tiene en su haber poemas y novelas tanto en castellano como en gallego:


La Flor (1857)
A mi madre (1863)
Cantares gallegos (1863) (gallego)
Follas novas (1880) (gallego)
En las orillas del Sar (1884) (español)

A continuación, vamos a hablar un poco de las obras en castellano:


A mi madre


Es un conjunto de poemas dedicados a su madre. Rosalía nunca pudo superar su muerte. En estos poemas se puede contemplar la depresión en la que estaba sumida Rosalía. Aunque su madre no la reconociera en un principio, Rosalía la quería muchísimo, tanto que, tras su muerte, quería quitarse la vida, porque pensaba que no merecía morir habiendo muerto su madre.
He aquí un poema:


¡Ay, qué profunda tristeza!
¡Ay, qué terrible dolor!
¡Tendida en la negra caja
sin movimiento y sin voz,
pálida como la cera
que sus restos alumbró,
yo he visto a la pobrecita
madre de mi corazón!
Ya desde entonces no tuve

quien me prestase calor,
que el fuego que ella encendía
aterido se apagó.
Ya no tuve desde entonces
una cariñosa voz
que me dijese: ¡hija mía,
yo soy la que te parió!
¡Ay, qué profunda tristeza!
¡Ay, qué terrible dolor!...
¡Ella ha muerto y yo estoy viva!
¡Ella ha muerto y vivo yo!
Mas, ¡ay!, pájaro sin nido,
poco lo alumbrará el sol,
¡y era el pecho de mi madre
nido de mi corazón!



En las orillas del Sar



En En las orillas del Sar cambió de idioma. Sus poemas, desprovistos de cualquier esperanza, suponen un punto de partida de la lírica moderna. Rompen con las formas métricas de su tiempo y presentan unas imágenes religiosas inquietantes y muy poco tradicionales. Galicia sólo aparece episódicamente, aunque ciertas metáforas evocan realidades de su país que es preciso defender. La emoción personal ante la felicidad que nunca se consigue resume la tremenda inutilidad que implica la aspiración a la belleza sobrenatural. Algunos de sus símbolos inspirarán a Antonio Machado. Por su parte, Juan Ramón Jiménez la sitúa entre los predecesores de la revolución poética iniciada por Rubén Darío.


Temas



- La muerte: al igual que Bécquer, Rosalía escribe varios poemas hablando sobre ella. La única diferencia es que Rosalía habla de la muerte por el fallecimiento de su hijo, aquí una muestra del poema que va dedicado a su hijo:


Era apacible el día
y templado el ambiente,
y llovía, llovía
callada y mansamente;
y mientras silenciosa
lloraba yo y gemía,
mi niño, tierna rosa,
durmiendo se moría.
Al huir de este mundo,

¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!

[...]

En el cielo, en la tierra, en lo insondable
yo te hallaré y me hallarás.
No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la eternidad.

Mas... es verdad, ha partido
para nunca más tornar.
Nada hay eterno para el hombre, huésped
de un día en este mundo terrenal
en donde nace, vive y al fin muere,
cual todo nace, vive y muere acá.



- Pesimismo: para ella el mundo exterior sólo se hace presente para recordarle su soledad y aflicción. La raíz de tal sufrimiento suele ser el choque entre los sueños y la realidad.


[...]

Frío y calor, otoño y primavera,
¿dónde..., dónde se encuentra la alegría?
Hermosas son las estaciones todas
para el mortal que en sí guarda la dicha;
mas para el alma desolada y huérfana
no hay estación risueña ni propicia.


III. ROSALÍA DE CASTRO - OBRA EN PROSA

Obra en prosa

La obra en prosa no tenía nada que ver, en cuanto a calidad, con la obra en verso, pero cabe mencionar algunos de los títulos de sus novelas. En la mayoría habla de mujeres enamoradas, engañadas por el varón.

La hija del mar (1859) (español)
Flavio (1861) (español)
El cadiceño (1863) (español)
Contos da miña terra I (posteriormente divulgado con el nombre de Conto gallego) (1864) (gallego)
Ruinas (1866) (español)
Las literatas (1866) (español)
El caballero de las botas azules (1867) (español)
El primer loco (1881) (español)
El domingo de Ramos (1881) (español)
Padrón y las inundaciones (1881) (español)
Adios rios adios fontes (se le atorgó "o dia das letras galegas") (gallego)

IV. RASGOS COMUNES ENTRE LOS DOS AUTORES

Tras este análisis podemos ver algunas semejanzas entre Gustavo Adolfo y Rosalía.


Ambos tuvieron una vida de lo más difícil, llena de disgustos y de muertes inesperadas. Ambos tuvieron que sobrevivir en soledad (aunque se casaran). Gustavo vivió casi toda su vida sin padres, al igual que Rosalía que no sabía ni siquiera con certeza quién fue su padre, y que su madre no se hizo cargo de ella hasta los 5 años.


Vida aparte, podemos ver también cierto parecido en su obra. Los dos hablan en sus poemas de la muerte, del amor (sobre todo Bécquer), del desengaño, y de lo fugaz de la existencia. Temas clásicos en el Romanticismo pero de los que, tanto Bécquer como Rosalía, hicieron de ellos algo nuevo, una visión muy parecida a la de otros autores pero con un sentimiento increíble, escribían como si hablaran de su vida (de hecho hablaban de ella).




V. CONCLUSIONES

Tras este análisis tanto personal como de la obra, nos damos cuenta de cómo redactaban sus sentimientos en el papel, de cómo con pocas palabras describían sentimientos que nosotros también hemos vivido o viviremos en algún momento de nuestras vidas.


Gustavo Adolfo y Rosalía con sus poemas hacen que nos sintamos identificados con ellos, eso es lo que les hace grandes. También hay que ver cómo se sobrepusieron a los acontecimientos que les sucedieron, Gustavo Adolfo con la muerte de sus padres y sus continuas desgracias; y Rosalía con su familia desestructurada y la muerte de su hijo. El secreto de Bécquer está en haber sabido llegar por igual al pueblo, a la burguesía, a los poetas y a los estudiosos de su obra, y el misterio de esa fama no tiene equivalente en toda la poesía española.


Sin duda alguna, estamos ante los más grandes poetas del Posromanticismo castellano, dos figuras de la literatura y, como no, ante dos grandes personas, que lucharon cuanto pudieron y que hicieron arte de sus desgracias.