9 de junio de 2010

II. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER - OBRA EN PROSA

Leyendas

Gustavo Adolfo Bécquer tiene en su haber una gran variedad de leyendas. Destaca de ellas que la inmensa mayoría están narradas por el mismo Gustavo o, en su defecto, contienen una pequeña introducción, como en La cruz del diablo: "Que lo crea o no, me importa bien poco.Mi abuelo se lo narró a mi padre;mi padre me lo ha referido a mí,y yo te lo cuento ahora,siquiera no sea más que por pasar el rato". La temática de las leyendas suele ser de amor, de terror, de amor no correspondido y sobre el honor. He aquí un resumen de algunas:

- El monte de las ánimas: en esta leyenda, Bécquer cuenta la historia de dos primos, Beatriz y Alfonso, en la que Alfonso muere tras intentar cumplir un deseo de su prima: ir al monte de las ánimas el 31 de octubre para recuperar un objeto perdido, día en el que el monte está maldito. Cuando se entera de su muerte, vive el resto de su vida, llorando al lado de la tumba rogando su perdón.

" [...] Dicen que después de acaecido este suceso un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla, levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y caballeros sobre osamentas de corceles perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso."



- El rayo de luna: esta vez, un hombre, cree ver el reflejo de su amada, viaja a través de la ciudad, y al ir a por ella se da cuenta de que en realidad es el reflejo de la luna.

" [...] -Tú eres joven, tú eres hermoso -le decía aquélla-; ¿por qué te consumes en la soledad? ¿Por qué no buscas una mujer a quien ames, y que, amándote, pueda hacerte feliz?
-¡El amor!... El amor es un rayo de luna -murmuraba el joven.
-¿Por qué no despertáis de ese letargo? -le decía uno de sus escuderos-; os vestís de hierro de pies a cabeza, mandáis desplegar al aire vuestro pendón de ricohombre, y marchamos a la guerra; en la guerra se encuentra la gloria.
-¡La gloria!... La gloria es un rayo de luna.
-¿Queréis que os diga una cantiga, la última que ha compuesto mosén Arnaldo, el trovador provenzal?
-¡No! ¡No! -exclamó el joven incorporándose, colérico, en su sitial-. No quiero nada...; es decir, sí quiero...: quiero que me dejéis solo... Cantigas..., mujeres..., glorias..., felicidad..., mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos. ¿Para qué? ¿Para qué? Para encontrar un rayo de luna.
Manrique estaba loco; por lo menos, todo el mundo lo creía así. A mí, por el contrario, se me figuraba que lo que había hecho era recuperar el juicio."


- La promesa: en esta leyenda, los protagonistas son una pareja de enamorados. Pedro engaña a Margarita haciéndose pasar por escudero, cuando en realidad es un conde. El chico marcha a la guerra y le promete que volverá. El hermano de Margarita, al enterarse de la deshorna de su hermana, la mata. Por último, Pedro va al cementerio y ve la mano de Margarita fuera de la tumba. Entonces, un cura los casa.


" [...] En un lugarejo miserable y que se encuentra a un lado del camino que conduce a Gómara he visto no hace mucho el sitio en donde se asegura tuvo lugar la extraña ceremonia del casamiento del conde.
Después que éste, arrodillado sobre la humilde fosa, estrechó en la suya la mano de Margarita, y un sacerdote autorizado por el Papa bendijo la lúgubre unión, es fama que cesó el prodigio, y la mano muerta se hundió para siempre.
Al pie de unos árboles añosos y corpulentos hay un pedacito de prado que, al llegar la primavera, se cubre espontáneamente de flores.
La gente del país dice que allí está enterrada Margarita."


- La cruz del diablo: el tema de esta leyenda es el terror. En ella, se cuentan los rituales que se hacían para combatir al diablo. Aquí, un rey hace un pacto con el diablo para conseguir ganar una batalla. Aparecen todos muertos. Nadie quiso enterrar al rey, por miedo a una maldición.

" [...] Esa cruz es la que hoy habéis visto, y a la cual se encuentra sujeto el diablo que le presta su nombre: ante ella, ni las jóvenes colocan en el mes de mayo ramilletes de lirios, ni los pastores se descubren al pasar, ni los ancianos se arrodillan, bastando apenas las severas amonestaciones del clero para que los muchachos no la apedreen."

- La venta de los gatos: un muchacho se enamora de una chica huérfana, que recoge su padre. Cuando está a punto de casarse, aparecen varios miembros de su familia y se la llevan. Un día va a un entierro de una joven hermosa y allí descubre que se trata de su amor. El chico se vuelve loco de dolor.

" [...] Sólo llegaban a mis oídos algunos rumores confusos: el ladrido lejano de los perros de las huertas, el chirrido de una noria, largo, quejumbroso y agudo como un lamento; las palabras sueltas y horribles de los sepultureros, que concertaban en voz baja un robo sacrílego... No sé; en mi memoria no ha quedado, lo mismo de esta escena fantástica de desolación, que de la otra escena de alegría, más que un recuerdo confuso, imposible de reproducir. Lo que me parece escuchar tal como lo escuché entonces es este cantar que entonó una voz plañidera, turbando de repente el silencio de aquellos lugares

En el carro de los muertos
ha pasado por aquí;

llevaba una mano fuera
por ella la conocí.


Era el pobre muchacho, que estaba encerrado en una de las habitaciones de la venta, donde pasaba los días contemplando inmóvil el retrato de su amante sin pronunciar una palabra, sin comer apenas, sin llorar, sin que se abriesen sus labios más que para cantar esa copla tan sencilla y tan tierna, que encierra un poema de dolor que yo aprendí a descifrar entonces."

- El beso: en esta leyenda se cuenta la historia de un soldado que queda estupefacto con la belleza de una estatua y al lado de ésta había otra, pero de un hombre, parecía un soldado. Una noche de fiesta, el soldado, borracho, se acercó a darle un beso a la estatua, pero de pronto la estatua de al lado le asestó un golpe en el cuello y lo mató.

" [...] —¡Carne y hueso...! ¡Miseria, predumbre...! —exclamó el capitán—. Yo he sentido en orgía arder mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego que corre por las venas hirvientes como la lava de un volcán, cuyos vapores caliginosos turban y transtornan el cerebro y hacen ver visiones extrañas. Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de mí con disgusto, con horror, hasta con asco; porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi mente calurosa, beber hielo y besar nieve... ; nieve teñida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol...; una mujer blanca, hermosa y fría, como esa mujer de piedra que parece incitarme con su fantástica hermosura, que parece que oscita al compás de la llama, y me provoca entreabriendo sus labios y ofreciéndome un tesoro de amor... ¡Oh...! sí...; un beso..., sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume.
—¡Capitán...! —exclamaron algunos de los oficiales al verle dirigirse hacia la estatua como fuera de sí, extraviada la vista y con pasos inseguros—, ¿qué locura vais a hacer?, ¡basta de bromas, y dejad en paz a los muertos!
El joven ni oyó siquiera las palabras de sus amigos, y tambaleando y como pudo llegó a la tumba y aproximóse a la estatua, pero al tenderle los brazos resonó un grito de horror en el templo. Arrojando sangre por ojos, boca, y nariz, había caído desplomado y con la cara deshecha al pie del sepulcro.
Los oficiales, mudos y espantados, ni se atrevían a dar un paso para prestarle socorro.
En el momento en que su camarada intentó acercar sus labios ardientes a los de doña Elvira, habían visto al inmóvil guerrero levantar la mano y derribarle con una espantosa bofetada de su guante de piedra."

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